La bardana es una planta bien valorada en fitoterapia por sus virtudes desintoxicantes y antibacterianas, y no suele faltar en las fórmulas depurativas, como un apoyo esencial para la salud de nuestra epidermis.
La bardana o lampazo es una planta enorme, por su robustez y por la dimensión de sus hojas. Puede ello explicar el que no haya pasado desapercibida para la gente del campo y que se haya usado como medicina y como alimento desde antiguo.
Font i Quer recoge en su maravilloso libro ‘El Dioscórides renovado’ las palabras de este médico helénico del siglo I sobre la planta que nos ocupa: “Del arcio –la bardana– se come un dracma con piñones mondados, siendo útil a los que arrancan sangre y materia del pecho. Majada y aplicada en emplasto alivia los dolores de las juncturas desconcertadas. Aplícanse cómodamente las hojas sobre las llagas viejas”, en referencia a su capacidad para restaurar la piel dañada y aliviar el dolor reumático. En época medieval se había usado, toda la hierba macerada con sal, para curar las mordeduras de perros rabiosos y de víboras, pero también para combatir la sarna. El zumo de sus grandes hojas se bebía, mezclado con miel, para provocar la orina.
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